Anécdota acrílica

Sobre…

El vaticinio de la pérdida de aguas en el Archipiélago de San Andrés.


Mi Teniente Schroeder.
Gotemburgo, Suecia, 2013.01.03

Introducción.

A nadie le ha podido pasar desapercibido lo acontecido recientemente con las aguas del archipiélago de San Andrés, un acontecimiento tan inaudito como lamentable. Inaudito porque el litigio con Nicaragua no ha debido tomar el curso que por descuido se le dio, convirtiéndose en uno de esos casos que en una Corte se resuelven de un solo mazazo, y lamentable porque bien conocido se tiene que “mejor es prevenir que curar”, a sabiendas de que siempre es más grato un “por si acaso” que un ¡quién pensara!


Mi intención con estas líneas es divulgar una pequeña anécdota, en la que primero entran unos años de mi vida disfrutada por aquellas maravillosas aguas, y posteriormente esa misma experiencia es revivida durante un feliz reencuentro con mis queridos compañeros de promoción, tocando en ambos casos muy por la tangente, la problemática del litigio con Nicaragua, con la intención de dar una idea de cómo es que nosotros reaccionamos tan diferentemente, al compartir análogas experiencias en disímiles fases de nuestra vida. La anécdota en sí, está intencionada como Preámbulo al ensayo "La verdad duele", sobre La historia del rasponazo de 75.000 kilómetros cuadrados al mapa de Colombia, en aguas de San Andrés", que presento por separado «…acerca de las verdades, imprudencias, descalabros, y graves errores registrados en las idas y venidas de los gobiernos colombiano y nicaragüense, en sus respectivos intentos de demostrar su soberanía sobre las islas de San Andrés y la costa de Mosquitos…», al que igualmente son cordialmente bienvenidos.

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Los hechos y las circunstancias.

Durante tres años, entre 1958 y 1961, serví como oficial de cubierta a bordo de dos fragatas de la Armada Nacional; primero en la ARC Capitán Tono, y luego en la ARC Almirante Padilla. Entonces era yo un joven optimista recién graduado en la hermosa carrera de los caballeros del mar, en la Real Escuela de Guerra Naval en Estocolmo, Suecia, becado por la entonces Escuela Naval de Cadetes en Bocagrande, Cartagena. Eran los tiempos en que, en nuestro mar Caribe, y a bordo de nuestras fragatas, se navegaba bajando estrellas con sextante, y provistos de almanaques sobre aquellos cuerpos celestiales, hacíamos cálculos de trigonometría esférica con tablas de logaritmos, para determinar la posición de la nave con minucioso monitoreo sobre cartas náuticas en resistentes y finas cartulinas. En aquel entonces los navegantes éramos consecuentemente astrónomos de profesión, y románticos por inducción.
Fragata ARC Capitán Tono.
Armados de entusiasta profesionalidad y alentados con aquella mística y optimismo que paradójicamente generaba la distancia a la guerra fría allende el horizonte, zarpábamos de Cartagena con rumbo a las aguas del archipiélago de San Andrés en pleno mar Caribe, con la misión primordial de ejercer soberanía a nombre de nuestra querida Patria. La distancia de 378 millas náuticas la salvábamos en unas 24 horas, a una velocidad de crucero de 16 nudos, si no se presentaban contratiempos. Una vez en aquella bellísima zona de aguas cristalinas y extremadamente saladas, la misión se tornaba en una faena deliciosa, pero no por ello menos ardua, tomando la tarea fuera de puerto una media de 20 días de continua labor, hasta inclusive llegar a sentir el límite cuando las provisiones empezaban a escasear. Completa el panorama agregar que por alguna razón, en todas mis misiones en la Armada, tenía la “suerte” de que se me adjudicara el “chicharrón” con la responsabilidad de la “Comisión de alimentación”, y la de “Bienestar” por cierto, por lo que con faenas tan prolongadas fuera de puerto, siempre vivía en continua pesadilla pensando en que posiblemente los recursos de la despensa fenecieran. Navegar en aguas de pocos fondos exigía además mucha precaución y gran habilidad en las maniobras. Con frecuencia surcábamos muy cerca de bajos no demarcados en las cartas, y yo personalmente llegué a desembarcar con una terna de tripulantes, en los mismísimos arenales de algunos bancos, permaneciendo allí ocultos varios días en espera de los usurpadores de aquellas reservas naturales: los entonces conocidos recolectores de huevos del gran tesoro avícola; una emocionante aventura que, con otras tantas más, narro con gusto en otra ocasión.

Fragata colombiana en aguas de poco fondo

Fue sin duda una experiencia muy especial y un tiempo bello e inolvidable. Entonces el conflicto con Nicaragua se encontraba en reposo a razón de un tratado que llamaban Esguerra Barcenas (1928.03.24-Sa.) del que nosotros los marinos de la Patria, no teníamos detalles concretos, no porque fuera un tema vetado, sino por el sólo hecho de considerarse de poca prioridad cuando se tenía una agenda saturada de otros compromisos más urgentes e importantes. Lo nuestro eran misiones de patrullaje con instrucciones concretas sobre líneas de demarcación resumidas con coordenadas precisas, lógicamente no imprimidas en las entonces cartas de navegación de carácter internacional y público. Nuestra faena en aquel bellísimo recodo de la República de Colombia, la cumplíamos llevando orgullosos el Pabellón Nacional siempre izado en su driza a tope.

No queda superfluo agregar que aquella distancia mencionada de las 378 millas náuticas entre tierra firme y el archipiélago, la salvábamos navegando en una… ¡Zona exclusiva de aguas colombianas! …lo pongo entre signos de admiración porque el dato en sí es admirable por la grandeza de nuestras aguas, además de importante por las riquezas que en éstas se albergan. De que en efecto eran aguas nacionales, nosotros los salados marinos lo sabíamos con la folclórica explicación, de que a fin de mes la nómina llegaba en pesos colombianos. ¡Felices días aquellos! La exótica zona llegué a conocerla como la palma de mi mano, pero no obstante admito reconocer, que un mapa global, o una carta náutica mostrando la magnitud de aquellas aguas en relación con su enmarco continental y antillano, nunca lo tuve yo ante mis ojos, como tampoco existía a bordo ni en el pañol de logística que en la Base Naval nos proveía de tales elementos, lo que puedo asegurar siendo yo el oficial responsable de este asunto.

Celebración del 50 aniversario de la Promoción XXIV

Cuarenta y seis (46) años más tarde, una vez amarrado en el puerto de las tranquilas aguas de la jubilación, volví a encontrarme con mis compañeros de promoción en la Escuela Naval de Cadetes, ahora en Manzanillo y llamada Almirante Padilla, con el motivo de celebrar los 50 años dorados contados de aquel día en que sobre nuestros hombros, lucimos por primera vez nuestras palas de oficiales. En aquellos felices días de noviembre (2007.11.22-2007.11.26), nuestros corazones latían con taquicardia incontenible. Algunos compañeros que se adelantaron al puerto de la eternidad, acudieron presentes en nuestras mentes. Ninguno de los oficiales participantes éramos menores de setenta (70) años, sabiéndolo yo perfectamente por ser el Benjamín de nuestra promoción XXIV, habiendo arribado a tan respetable edad antes de mi viaje a Cartagena.

Desfile en la Escuela Naval de Cadetes

En el grato programa de celebración, saturado de emocionantes remembranzas, fue sin duda lo más feliz y conmovedor, el reencuentro con compañeros que no había vuelto a ver en muchísimos años. Una de las actividades más interesantes en la agenda conmemorativa, la tuvimos con la visita que hicimos (2007.11.24-Sa.) a la fragata ARC Caldas, una moderna y magnífica unidad dotada de las más modernas maquinarias y equipos para la propulsión, maniobrabilidad, autosuficiencia, navegación, reconocimiento, armamento, etc., etc. Una vez a bordo, y después de un corto recorrido por cubierta, pasando luego por el puente de comando fuimos a parar al C. I. C., el centro de información de combate de la unidad, antes de terminar con un refresco en la cámara de oficiales. Aquel recinto de carácter confidencial, estaba repleto de avanzados y sofisticados instrumentos y ayudas para el gobierno de todos los órganos vitales que se emplean en una unidad, construida y dotada para un combate naval en tiempos modernos. En lugar preferencial había allí expuesto, a forma de cortina o tablero acrílico para monitoreo especial, un gran mapa a todo color, mostrando toda el área del mar Caribe con las respectivas demarcaciones de las aguas de todas las naciones con sus costas, incluyendo islas, cayos, bancos, fondos, etc., y saltaba a la vista la riqueza de detalles con que se mostraba el formidable archipiélago de San Andrés, patrimonio de nuestra querida Patria.

Fragata ARC Caldas

Debo mencionar que como amante de la Historia, un hobby que con los años se me convirtió en avanzado estudio investigativo, en esta ocasión sí me consideraba lo suficientemente instruido sobre los antecedentes del a la sazón latente litigio entre Colombia y Nicaragua a razón de la demanda presentada ante la Corte Internacional de Justicia por el presidente de esta última nación, Daniel Ortega (2001.12.06-Ju.). 


Sumidos en un respetuoso silencio, todos los visitantes nos encontramos contemplando, con marcada curiosidad y aguda concentración, lo que aquel interesantísimo mapa nos mostraba. Nuestro anfitrión, el Comandante de la unidad, mantuvo una amena y excelente charla sobre la misión de la fragata en términos generales y la organización de la fuerza de tarea, a la que ésta pertenecía. Cambiando de tema, a alguien se le ocurrió tocar las avanzadas operaciones de patrullaje con la misión de ejercer soberanía sobre aquella enorme zona de aguas nacionales, que tan elocuentemente delataba el detallado plano acrílico, que yo en particular devoraba con la vista sin expresar palabra alguna. Confieso que me encontraba estupefacto por el mensaje que aquél mapa me transmitía, y espontáneamente en voz muy baja se me escapó el siguiente comentario:

¡Recórcholis! aquí se ve por dónde va la pelea de los nicaragüenses.


Lo que yo, por primera vez en mi vida estaba viendo a todo color y con detallados trazos, era que Colombia, nuestra queridísima patria, por razones que todo lo aclara y justifica reseñadas en el mencionado estudio La verdad duele, aparentaba estar acorralando a Nicaragua. Esto se resumía con solo ver las grandes zonas de aguas territoriales, junto con las zonas contiguas y exclusivas, que se desprendían de las costas de los demás países caribes, mientras que entre la costa de Mosquitos y el archipiélago de San Andrés, apenas se veía un estrecho corredor de aguas que nuevamente entraban en el insólito litigio. El mensaje que daba aquella imagen era que las cosas por esos lados estaban de verdad bastante complicadas. ¡Esto era indiscutible! …y para evitar interpretaciones erradas, también era categórico que el mapa debería proveerse de leyendas aclaratorias, lo que a bordo de un buque de guerra no es necesario, pero poniendo la misma imagen a la vista del ciudadano común, con toda seguridad tomaría otras dimensiones, no sólo de diseño sino políticas que son más delicadas.



El Comandante con Rafael Otoya, Eduardo Schroeder y Camilo Trujillo

Regresando a mi espontáneo comentario a razón de lo que veía, uno de mis compañeros de promoción, por quien profeso un fraternal cariño, y quien muy meritadamente tuvo el privilegio de continuar la carrera de oficial hasta alcanzar un alto grado, refutó de inmediato marcando con cierto tono de inconformidad que… 

¡Aquí no tiene Nicaragua nada por qué pelear!


Ante esta reacción corta y resoluta, el diplomático en mí eludió entrar en polémica, puesto que en primer lugar estaba completamente de acuerdo con él, pero a la vez me trababan la lengua la cantidad de “peros” que recíprocamente se hacían válidos en este momento. Mi reacción se limitó entonces en mostrar discretamente la palma de mi mano, haciendo un cordial gesto de sosiego. Pude haber aclarado que… en la mesa de los togados en La Haya, el asunto había tomado color de pesadilla… pero no lo hice pensando en que no era el lugar y mucho menos la ocasión, para entrar en discusión sobre un tema algo escabroso. ¿Acaso no estábamos allí precisamente festejando en gran jolgorio, nuestro amor a la institución y a la Patria? …además, para muchos de los presentes nuestro troque de comentarios acrílicos, había pasado completamente desapercibido. Sin embargo… y aquí viene un curioso presagio…algo me decía que aquel tablero acrílico, por alguna razón sufriría un raspón, pero claro está que ni haciendo las fantasías más absurdas, hubiera podido imaginarme que llegara a ser de…

¡75.000 kilómetros cuadrados!

Terminando esta parte anecdótica resta mencionar que de la ARC Caldas, pasamos luego a bordo del buque escuela ARC Gloria, en donde disfrutamos de un exquisito almuerzo, y por la noche tuvimos una elegante fiesta con comilona y francachela en el Club Naval. Siguieron un par de días más con gratos programas, felices sorpresas, y sabrosos almuerzos y comidas, y llegado a su fin el programa oficial de nuestro 50 aniversario de grado, el lunes 26 volvimos a casa.


Promoción XXIV a bordo del ARC Gloria

Dos semanas más tarde (2007.12.13-Ju.), se publicó la noticia sobre el pronunciamiento preliminar de la Corte Internacional de Justicia, en respuesta a las Excepciones preliminares (2003.07.21-Lu.) presentadas por Colombia a razón de la demanda formulada por Nicaragua pretendiendo soberanía sobre el archipiélago de San Andrés (2001.12.06-Ju.). Y transcurridos cinco (5) años más, recibiendo el horrible baldazo de agua fría que nos arrojara la misma Corte (2012.11.19-Lu.), las palabras de mi compañero en nuestro encuentro acrílico, volvieron a resonar con mayor intensidad en mi mente, dándome la inspiración para escribir el ensayo La verdad duele presentado por separado, al que todos son cordialmente bienvenidos a consultar.

Este artículo ha sido igualmente publicado en la Cyber Corredera No. 146

Si desea pasar a "La verdad duele", sobre el rasponazo de 75.000 kilómetros cuadrados al mapa de Colombia, haga clic en el botón tricolor.



TERMINADO CON LAS MÁQUINAS.

…y hasta nueva oportunidad, sean bienvenidos con sus comentarios y sugerencias.

Luis Eduardo Schroeder Soto.








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